las paredes extienden su silencio
a las calles y los pasos como hojas alucinantes
de árboles muertamente milenarios
llenan de luces esta garganta que se lleva el diablo:
comienza la fiesta apenas y el alcohol y los silbidos
amanecen en la noche justa, meridiana
tal claridad que no se deja apresar
sonámbula como es y en las manos despierta;
o gato que deliciosamente su sombra teje
en tus pupilas de un mar que se pierde, lejos,
y llevas dentro y callas
y me llamas, calle, irrepetible
en los pasos que esta noche
sumergen al viento
en sus rincones.
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