
on voit partout chez l'ithos et le pathos.
Igual que de logos, ethos, pathos y demás cascajo mental,
debe hablarse de pornos, en buen griego de cantina intelectual,
donde biblioteca viene de biblios y tecos.
El pornos implica traslados a escala mundial,
fomenta en la senectud el celebrado calentamiento global,
consecuencia de tafanarios enfundados en pieles gemelas de gallina
para que se cumpla la profecía (velona!):
"Llegarán del sureste asiático mujeres verdes y nalgadas, hábiles,
mientras acopia uno andrógenos estrómbolis ante danzas cretenses
al son de gamelán muy lejos."
Por desgracia nunca llegan a nosotros,
las interseptan siempre en California
y acaban filmadas en cueros, fingiendo goces de secretaria tenochca
(nada mejor entre salida crepuscular de la oficina, despacho o bufete,
y arribo tardío al hogar paterno: mamá, papá, hermanitos, incluyendo
uno o dos rorros propios).
Además estas indochinescas
tienen que extremar su profesionalismo
hasta fingir que degluten insípidos cordones de polímeros atácticos
(¿habrá la FDA tomado providencias al respecto? ¿serán cancerígenos?)
Incluso el semen de verdad es malo -ergo debiera prohibirse-,
pues los zoospermos pinchan cual sámaras (¿las recuerdan
de Adrede?)
células uterinas o gingivales a chamacas (palabra cachonda
y demodeé).
Veamos, cuando menos, la película.