
enmarañados hasta las prisas
sujetos a sus enervados sentidos
caminaron sus manos por toda la calle
sembrada de soles eternos y sin caer
y galopando sus sangres donde la luz
atravesaba raíces hasta poder
ver un poco de lo que parecía:
moscas danzaban en el festín que se asomaba
entre los frescos amaneceres de la muerte
que nacía en el día apenas.
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