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cuando la flor echa sus luces, tiemblo

domingo, 31 de octubre de 2010

fragmentos: filosofía y melancolía

Quien se adentre por los caminos de la melancolía, sean estos conceptuales, históricos, culturales, artísticos, etc., es decir, quien intente definirla en alguno de estos terrenos, corre el peligro, primero, de perderse entre las variadas y enredadas ramas de las definiciones, puntos de vista, casos, sólo para descubrir que sigue desconociendo qué sea la melancolía. Por otra parte, si el aventurero se pierde en la contemplación del oscuro bosque de la melancolía, esto es, si se le recorre por fuera, se le bordea, sin entrar, digamos que se queda de una manera teórica, en su sentido general, si se intenta abarcar la sombra de la melancolía de un solo vistazo, se llega a una verdad, a una certeza tan elemental como anodina, para cuya excursión quizá no valga la pena emprender del todo este periplo: de que la melancolía es pérdida, rompimiento y búsqueda de quizá lo imposible, permanencia asimismo, continuidad: de que se trata en la melancolía de establecer un contrapeso ante la evidencia de finitud y muerte que desde todos los lados acechan a la persona; de que la melancolía, en fin, es algo bien repartido entre todos.
De tal modo que la melancolía se ofrece como un oscuro objeto de deseo para la reflexión filosófica: confundida con ésta cuando intenta capturarla, es decir, que la melancolía del filósofo se da a la par de cuando trata de estudiarla; lugar común de la melancolía: hablar de ella para deshacerse de ella, y qué hace el filósofo, además, sino rodear la muerte y pensarla, ya sea en tanto preparación para la muerte o… ¿es que hace otra cosa la reflexión filosófica?, y ¿no será de esta reflexión acerca de la finitud donde precisamente nazca el deseo por la vida? El trabajo de duelo del filósofo es pues la reflexión filosófica; pero no adelanto más. Baste por el momento decir que la melancolía es esta lucidez y la evidencia que se da en la conciencia del individuo de su muerte y de su finitud, por tanto, cuando se minan las certezas que tenía por bien sustentadas; la melancolía es este espejo en el cual se refleja a su vez la reflexión filosófica, espejo oscuro y que muestra la calavera que somos todos, detrás del rostro.
Melancolía y filosofía confluyen entonces en un mismo punto: la de la indefinición de lo humano, y a éste, como un ser incompleto, o al menos cuyo destino de muerte se le revela como su condición propia. Es decir, la melancolía al igual que la reflexión filosófica muestran esa fragilidad de lo humano, su esencial muerte y finitud.
Cada época ha tenido su propia melancolía; cada lugar, asimismo, la ha expresado con sus propios medios, es decir, la forma en que el hombre se comprende o quiere comprenderse a sí mismo en un tiempo, situado en una circunstancia precisa; de este modo, la melancolía es histórica, y su concepto, enormemente flexible, en lugar de perderlo por los laberintos del lenguaje, es lo que lo dota de su fuerza: la melancolía es uno de esos mitos que la razón occidental ha tenido siempre presente para poner en él todo lo que no ha sabido explicar; pero precisamente la plasticidad de la melancolía, las muchas formas a través de la cual aparece, son a la vez distintas pero conservan ese “aire” que hace de este mito, lo vuelvo a decir, uno de los más perdurables en el pensamiento occidental. En efecto, de lo que trata la melancolía es de la condición propia de lo humano y de captar lo que hay de perdurable en éste. Así, paradójica, esta melancolía, este genial mito occidental, nace precisamente de la conciencia de muerte del hombre, a la vez que ésta experiencia, cuando se le quiere explicar, es lo que da lugar a la reflexión filosófica.
Así como Freud establece una “equivalencia” entre duelo y melancolía, aquí la hago entre melancolía y reflexión filosófica; sin embargo, más que hablar de una pérdida del objeto amado, hablaremos, paradójicamente, de un objeto encontrado: la certeza de la muerte, o sea, de cuando la persona se encuentra a sí misma; movimiento a dos tiempos: la certeza de la muerte y su experiencia, conllevan al mismo tiempo la pérdida de toda base, de todo fundamento. La reflexión filosófica es este trabajo de duelo mediante el cual el doliente –el filósofo- supera y asume su mortalidad, y en general de todos los hombres, de todos los actos que estos realicen. La filosofía es cura y lucha contra la muerte; la filosofía, en última instancia, dice la muerte para aceptarla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soc.- Si uno está sufriendo por el dolor, pero se acuerda de los placeres cuya presencia pondría fin a su sufrimiento, pero de los cuales todavia no está lleno, ¿qué pasa entonces? ¿Decimos o no que está entre esos dos estados?(...)¿Sufriendo o gozando por entero?
Pro.-No,por Zeus, sino sufriendo un doble dolor en el cuerpo por su estado actual y en el alma por cierta añoranza de lo que se espera
Soc.-¿Cómo dices, Protarco, eso de la duplicidad del dolor? ¿no hay, acaso, situacines en las que cualquira de nosotros, aun estando vacío, se mantiene en la esspranza manifiesta de scaiarse y otras situaciones en las que, por el contrario, no tiene esperanzas?
Pro.-Y tanto.
Soc.-¿Y no piensas que mientras uno mantiene la esperanza de saciarse,goza con el recuerdo, aunque, a la vez, por estar vacío, en ese momento sienta dolor?(...)¿Y qué pasa cuando estado vacío no tiene esperanzas de alcanzar satisfacción? ¿No es entonces cuando surge la duplicidad del dolor, atendiendo a la cual creías hace un momento que la duplicidad era general?
Pro.-Totalmente cierto, Sócrates.

Filebo, 35e-36b

Bien. No puedo más que decir que el planteamiento de melancolía y filosofía me lleva a otro que corre en linea paralela: el del placer y el del dolor.

Platón es mi referente próximo por las lecturas que he hecho. La melancolía, en pocas palabras, como la conciencia de lo carente, o de lo que puede ser posible aunque no lo es aun; incluso ese deseo por lo que no puede ser.

Ciertamente, pienso, que la melancolía nos arroja la conciencia de nuestro ser en el tiempo, de nuestra finitud y esa constante voluntad de traspasar nuestros límites. ¿Podría ser llamada el motor primigenio de nuestra fuerza vital? ¿El que nos hace voltear a ver aquéllo de lo que carecemos? ¿Acaso agente activo de nuestra evolución? ¿Es Eros en su personificación de hijo de Poros y Penia?

Hay varios puntos a los que me lanzó ese framgmaneto de melancolía. ¿Hay una melancolía con un sentido negativo y uno positivo? Si la tomas como ligada a la filosofía--ahorita la entiendo como filosofía occidental sólamente--, ¿qué aspectos tendria en el caso de filosofía oriental o en el pensamiento de los pueblos originales de América por ejemplo? Tendría que explorar más el término y cómo lo tomas. Por lo pronto, gracias mil por activar mis oxidadas dendritas.

zangreus dijo...

comienzo al revés: desconozco si en los orientales -¿con respecto a quiénes?- exista algo llamado melancolía; lo dudo; ellos, creo, no dan tanta importancia a lo que, en occidente, la tiene primordialmente: el sujeto, el ser; y es precisamente en la configuración, llamémosle esencial, del sujeto occidental, donde se da esta ruptura de su identidad; en otras palabras: sólo en occidente, y aventuro una hipótesis y es lo que recalco, existe y es posible una melancolía, en tanto que muestra esa doble consideración acerca del sujeto, que en cierto modo ha trazado la historia de la filosofía -en occidente, repito-: entre cuerpo y alma, entre ser y no ser. con respecto a los de acá, habría que pensar en el poeta nezahualcóyotl, y sus reflexiones acerca de la fragilidad de la existencia -véase el billete de cien pesos-: pero está lejos, a mi parecer, de una melancolía que interese como filosófica -claro, según yo-; se trata, pienso, más de una contemplación más cercana a la sensibilidad medieval que a la renacentista, es decir, de la muerte más como una prueba de "poder" que asunto de los vivos y de los cualquieras.
otra: ciertamente, en tanto discípulo de platón, aristóteles retoma algunos puntos de aquél: y sí, hay una melancolía, digamos, saludable: en el problema xxx del pséudo-aristóteles, de lo que se desprende es que efectivamente existe una melancolía "buena", siempre y cuando se comprenda dentro de la teoría aristotélica del punto medio: una melancolía que produce el genio. y más que de dolor, en aristóteles se trata de una ruptura: en el libro 7 -o es el 8?... es el tema del siguiente fragmento, además- al explicar que la felicidad sólo se puede dar en la contemplación de las cosas divinas, dice algo chistoso: que el filósofo, en tanto que lleva una vida feliz, es el ser tocado por los dioses; ahora bien, cuando, o si éstos se van, desaparecen, nos dejan la mesa puesta pero huyen, ¿no será el filósofo quien sufra esa pérdida más que todos?, ¿no será la filosofía este darse cuenta de que la vida es un duelo constante, pero del cual hay que encontrar un punto medio?, ¿punto medio entre qué? entre, digo yo, la felicidad y la muerte, entre, sí, el deseo pero sin olvidar lo corporal y la muerte, el cadáver: una filosofía que reflexione, pues entre el cadáver y la dicha. ay nomás!!! además, y ya para concluir: sí, esta filosofía en tanto que melancolía o trabajo de duelo, nos lleva -o nos regresa?- al erotismo, tema de otro fragmento...
ufff!!!!