Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
correcciones de todo tipo
cuando la flor echa sus luces, tiemblo
domingo, 31 de octubre de 2010
fragmentos: filosofía y melancolía
Quien se adentre por los caminos de la melancolía, sean estos conceptuales, históricos, culturales, artísticos, etc., es decir, quien intente definirla en alguno de estos terrenos, corre el peligro, primero, de perderse entre las variadas y enredadas ramas de las definiciones, puntos de vista, casos, sólo para descubrir que sigue desconociendo qué sea la melancolía. Por otra parte, si el aventurero se pierde en la contemplación del oscuro bosque de la melancolía, esto es, si se le recorre por fuera, se le bordea, sin entrar, digamos que se queda de una manera teórica, en su sentido general, si se intenta abarcar la sombra de la melancolía de un solo vistazo, se llega a una verdad, a una certeza tan elemental como anodina, para cuya excursión quizá no valga la pena emprender del todo este periplo: de que la melancolía es pérdida, rompimiento y búsqueda de quizá lo imposible, permanencia asimismo, continuidad: de que se trata en la melancolía de establecer un contrapeso ante la evidencia de finitud y muerte que desde todos los lados acechan a la persona; de que la melancolía, en fin, es algo bien repartido entre todos.
De tal modo que la melancolía se ofrece como un oscuro objeto de deseo para la reflexión filosófica: confundida con ésta cuando intenta capturarla, es decir, que la melancolía del filósofo se da a la par de cuando trata de estudiarla; lugar común de la melancolía: hablar de ella para deshacerse de ella, y qué hace el filósofo, además, sino rodear la muerte y pensarla, ya sea en tanto preparación para la muerte o… ¿es que hace otra cosa la reflexión filosófica?, y ¿no será de esta reflexión acerca de la finitud donde precisamente nazca el deseo por la vida? El trabajo de duelo del filósofo es pues la reflexión filosófica; pero no adelanto más. Baste por el momento decir que la melancolía es esta lucidez y la evidencia que se da en la conciencia del individuo de su muerte y de su finitud, por tanto, cuando se minan las certezas que tenía por bien sustentadas; la melancolía es este espejo en el cual se refleja a su vez la reflexión filosófica, espejo oscuro y que muestra la calavera que somos todos, detrás del rostro.
Melancolía y filosofía confluyen entonces en un mismo punto: la de la indefinición de lo humano, y a éste, como un ser incompleto, o al menos cuyo destino de muerte se le revela como su condición propia. Es decir, la melancolía al igual que la reflexión filosófica muestran esa fragilidad de lo humano, su esencial muerte y finitud.
Cada época ha tenido su propia melancolía; cada lugar, asimismo, la ha expresado con sus propios medios, es decir, la forma en que el hombre se comprende o quiere comprenderse a sí mismo en un tiempo, situado en una circunstancia precisa; de este modo, la melancolía es histórica, y su concepto, enormemente flexible, en lugar de perderlo por los laberintos del lenguaje, es lo que lo dota de su fuerza: la melancolía es uno de esos mitos que la razón occidental ha tenido siempre presente para poner en él todo lo que no ha sabido explicar; pero precisamente la plasticidad de la melancolía, las muchas formas a través de la cual aparece, son a la vez distintas pero conservan ese “aire” que hace de este mito, lo vuelvo a decir, uno de los más perdurables en el pensamiento occidental. En efecto, de lo que trata la melancolía es de la condición propia de lo humano y de captar lo que hay de perdurable en éste. Así, paradójica, esta melancolía, este genial mito occidental, nace precisamente de la conciencia de muerte del hombre, a la vez que ésta experiencia, cuando se le quiere explicar, es lo que da lugar a la reflexión filosófica.
Así como Freud establece una “equivalencia” entre duelo y melancolía, aquí la hago entre melancolía y reflexión filosófica; sin embargo, más que hablar de una pérdida del objeto amado, hablaremos, paradójicamente, de un objeto encontrado: la certeza de la muerte, o sea, de cuando la persona se encuentra a sí misma; movimiento a dos tiempos: la certeza de la muerte y su experiencia, conllevan al mismo tiempo la pérdida de toda base, de todo fundamento. La reflexión filosófica es este trabajo de duelo mediante el cual el doliente –el filósofo- supera y asume su mortalidad, y en general de todos los hombres, de todos los actos que estos realicen. La filosofía es cura y lucha contra la muerte; la filosofía, en última instancia, dice la muerte para aceptarla.
De tal modo que la melancolía se ofrece como un oscuro objeto de deseo para la reflexión filosófica: confundida con ésta cuando intenta capturarla, es decir, que la melancolía del filósofo se da a la par de cuando trata de estudiarla; lugar común de la melancolía: hablar de ella para deshacerse de ella, y qué hace el filósofo, además, sino rodear la muerte y pensarla, ya sea en tanto preparación para la muerte o… ¿es que hace otra cosa la reflexión filosófica?, y ¿no será de esta reflexión acerca de la finitud donde precisamente nazca el deseo por la vida? El trabajo de duelo del filósofo es pues la reflexión filosófica; pero no adelanto más. Baste por el momento decir que la melancolía es esta lucidez y la evidencia que se da en la conciencia del individuo de su muerte y de su finitud, por tanto, cuando se minan las certezas que tenía por bien sustentadas; la melancolía es este espejo en el cual se refleja a su vez la reflexión filosófica, espejo oscuro y que muestra la calavera que somos todos, detrás del rostro.
Melancolía y filosofía confluyen entonces en un mismo punto: la de la indefinición de lo humano, y a éste, como un ser incompleto, o al menos cuyo destino de muerte se le revela como su condición propia. Es decir, la melancolía al igual que la reflexión filosófica muestran esa fragilidad de lo humano, su esencial muerte y finitud.
Cada época ha tenido su propia melancolía; cada lugar, asimismo, la ha expresado con sus propios medios, es decir, la forma en que el hombre se comprende o quiere comprenderse a sí mismo en un tiempo, situado en una circunstancia precisa; de este modo, la melancolía es histórica, y su concepto, enormemente flexible, en lugar de perderlo por los laberintos del lenguaje, es lo que lo dota de su fuerza: la melancolía es uno de esos mitos que la razón occidental ha tenido siempre presente para poner en él todo lo que no ha sabido explicar; pero precisamente la plasticidad de la melancolía, las muchas formas a través de la cual aparece, son a la vez distintas pero conservan ese “aire” que hace de este mito, lo vuelvo a decir, uno de los más perdurables en el pensamiento occidental. En efecto, de lo que trata la melancolía es de la condición propia de lo humano y de captar lo que hay de perdurable en éste. Así, paradójica, esta melancolía, este genial mito occidental, nace precisamente de la conciencia de muerte del hombre, a la vez que ésta experiencia, cuando se le quiere explicar, es lo que da lugar a la reflexión filosófica.
Así como Freud establece una “equivalencia” entre duelo y melancolía, aquí la hago entre melancolía y reflexión filosófica; sin embargo, más que hablar de una pérdida del objeto amado, hablaremos, paradójicamente, de un objeto encontrado: la certeza de la muerte, o sea, de cuando la persona se encuentra a sí misma; movimiento a dos tiempos: la certeza de la muerte y su experiencia, conllevan al mismo tiempo la pérdida de toda base, de todo fundamento. La reflexión filosófica es este trabajo de duelo mediante el cual el doliente –el filósofo- supera y asume su mortalidad, y en general de todos los hombres, de todos los actos que estos realicen. La filosofía es cura y lucha contra la muerte; la filosofía, en última instancia, dice la muerte para aceptarla.
viernes, 8 de octubre de 2010
reflexión camusiana (ja)
desde la distancia de las palabras. ¿pues qué dicen éstas? ¿no son sino continuo alejamiento de lo que dicen? el crimen perfecto: no se sabe qué son detrás de ellas. por eso el amor calla: es la conciencia de este fracaso, el de las palabras y lo que muestran. su silencio es el reconocimiento de esta imposibilidad, de que las palabras, lo dicho, son fantasmas -y la carne quiere conjurar fantasmas, siempre-. pero el amor calla, siempre. la palabra nunca será el objeto. la experiencia mística, por este motivo, sólo se expresa mediante el silencio. la unión mística con dios es inexpresable; pero dios no es el único "objeto" cuya experiencia está rodeada por el silencio. no se trata aquí de un panteísmo sino de algo opuesto: todos los objetos tienen la misma dignidad de lo divino. la experiencia desde el punto de vista de la subjetividad no diferencia a uno de otros. el resultado es el mismo. se ha visto a la experiencia mística como forma plena, total, de amor. por esto la melancolía, tan ligada por otra parte a la experiencia mística como a la posesión satánica -ambas formas paroxísticas de la experiencia de lo Otro-, es común en ellas: la imposibilidad de comunicar la experiencia se vuelve insoportable. así, la melancolía sería la experiencia de la futilidad de las palabras; el silencio es elocuente en tanto denota lo absoluto: el amor es lo que no puede decirse; lo demás son palabras.
domingo, 3 de octubre de 2010
casa de citas, I
Respecto a la fuerza, no hay animal en el mundo expuesto a tantos peligros como el hombre.
El animal acerca su oreja al hielo para advertir por dónde discurre el agua;… ¿Por qué no hay que suponer que el animal razona parecido a como nosotros razonaríamos en el caso de realizar el mismo trabajo?
El hombre admira y se fija más en las cosas extrañas que en las ordinarias.
La filosofía, en última instancia, pone a nuestra disposición, para que los imitemos, los ejemplos de un atleta o de un muletero, quienes de ordinario ni temen la muerte ni ningún tormento, y son capaces de mayor firmeza de la que la ciencia proveyó jamás a ningún hombre que por inclinación natural no estuviera naturalmente predispuesta a la naturaleza
(y llamo razón a nuestras visiones imaginarias)
Cada hombre y cada nación lo juzgan todo de acuerdo a su ignorancia.
Nuestra manera de hablar está llena de debilidades y defectos, como todo lo nuestro. La mayor parte de los desórdenes del mundo son puramente gramaticales.
De qué especie es mi vida, no lo he sabido hasta después de explotarla y disfrutarla. Nueva figura: ¡un filósofo impremeditado y fortuito!
La santa verdad ha inspirado al espíritu filosófico un entusiasmo puro, arrancándole, aun en contra suya, la declaración de que el estado tranquilo de nuestra alma, el más sosegado, el más sano que la filosofía le haga alcanzar, no es su mejor estado; nuestra vigilia está más dormida que nuestro sueño; nuestra prudencia es menos sabia que la locura; nuestros ensueños aventajan a nuestra razón, y el peor lugar donde podamos situarnos reside en nosotros mismos.
(Michel de Montaigne)
Desde mi patria acechada confío en los hombres
Es inminente el nacimiento del alba
Qué animales humanos más hermosos.
El mar dista unos 20 km
de esta casa.
Vietnam está aún más lejos
tal vez a la vuelta de la esquina.
(Juan Bañuelos)
No había escapatoria posible respecto de los propios recuerdos en aquel reducido espacio habitable.
La gente tímida resulta, a menudo, amargada, frustrada.
El sexo. Le parecía ahora tan lejano, tan extraño a ella, era una actividad en la que no podía creer haber participado anteriormente. En otro tiempo lo daba por supuesto, pensaba que el procedimiento, la situación, iban a durarle por siempre. En vez de ello, el sistema falló y todo murió, como su ingenua confianza de otrora. Ya percibía los picos y las palas con que estaban enterrando, a toda prisa, los signos de sensualidad de su vida. Pero el cuerpo recuerda. … El cuerpo, como el cerebro en sí, posee una memoria, y no es posible engañarlo por mucho tiempo, antes de que empiece a reclamar lo que le es debido.
El amor solamente podía ser explicado a través de los sentidos.
Gracias, gracias, gracias, siempre lo mismo. Somos todos tan condenadamente corteses.
Quizá Dios seguía vivo y esperándola en la Ciudad de México.
Era la más pura y deshonesta de las relaciones a la vez, exquisita en sus omisiones verbales. Eran unos amantes que conocían al centímetro el cuerpo de su pareja, pero nada, o muy poco, en lo relativo a la vida diaria y previsible del otro.
El lenguaje del erotismo es peculiar, muy propio del mismo acto, como sucede, por otra parte, con el lenguaje de toda actividad muy especializada, y carece de sentido, de significación, una vez terminada.
No había duda alguna, la verdad era para los tontos. Lo mejor, negarlo todo, y seguir negando.
Todo me recuerda siempre alguna cosa. Es pésimo, tener tan buena memoria sentimental.
(Joyce Elbert)
Publicaba tortuosos ensayos en diarios oscuros.
De cuando en cuando aprovechaba las relaciones de que me había hecho entre sociólogos y psicópatas para visitar en su compañía varias instituciones tales como orfanatos y reformatorios donde podían contemplarse pálidas jóvenes pubescentes, de pestañas espesas, con una impunidad perfecta, semejante a la que nos está asegurada en sueños.
Por mi parte, yo era tan candoroso como sólo un pervertido puede serlo.
Mi alma romántica se vuelve trémula y viscosa ante la sola idea de recurrir a alguna indecente inmundicia.
La pasión que sentía yo por esta nínfula –la primera nínfula en mi vida que por fin estaba al alcance de mis garras angustiadas, dolientes y tímidas- me habría llevado sin duda de regreso al sanatorio, de no haber comprendido el Diablo que debía proporcionarme cierto alivio si quería jugar conmigo durante más tiempo.
Pero no soy poeta. No soy más que un registrador muy consciente.
Pero por lo demás, su autobiografía estaba tan desprovista de interés como lo estaría su autopsia.
Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, con bastante dominio para sofrentar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula. Hay que destacarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan.
Oh, permítaseme mostrarme empalagoso por una vez. Estoy tan cansado de ser cínico…
pues el aspecto del placer es siempre triste… el placer nunca está seguro –aunque la víctima aterciopelada esté encerrada en un calabozo- de que algún demonio rival o un dios influyente estorbe el triunfo preparado. En términos corrientes, necesitaba un trago…
el tierno, morbosamente sensible, infinitamente circunspecto héroe de mi libro…
Hojeando este libro de viajes destrozado.
Habíamos estado en todas partes. No habíamos visto nada en realidad.
Jugaba con un maldito perro que no era yo.
Zarparíamos hacia California, hacia la frontera mexicana, hacia bahías míticas, desiertos con pitas, espejismos… ¿Por qué suponía yo que seríamos felices en el extranjero? Un cambio de ambiente es la falacia tradicional sobre la cual descansan los amores –y los pulmones- condenados.
Mi corazón era un órgano histérico e imprevisible.
Pero lo esencial, lo más terrible de todo era esto: en el curso de nuestra singular y bestial cohabitación, Lolita había advertido con claridad cada vez mayor que aun la vida de la familia más mísera era preferible a esa parodia de incesto que, a la larga, fue lo único que pude ofrecer a la chiquilla.
(Vladimir Nabokov)
-Resulta una idea divertida, Charlie –dijo Dukes-, eso de que el sexo no es más que una forma de hablar en la que interpretas las palabras, en vez de pronunciarlas.
En cuanto al sexo, la última de las grandes palabras, no era más que un término de cóctel que se aplicaba a una excitación que te animaba un rato, y luego te dejaba más deprimida que antes.
El vapor de tanto aburrimiento, descontento e ira que emana toda la gente, mata la vitalidad del aire.
Es inútil liberarse de la propia soledad. Había que seguir viviendo. Sólo a veces, a veces, llegaba a llenarse ese vacío. ¡A veces! Pero había que esperar a que se presente la ocasión. Acepta tu propia soledad y consérvala toda tu vida. Y luego acepta los momentos en que se llena ese vacío, cuando lleguen. Pero tienen que llegar solos. Uno no los puede obligar.
¿Qué han estado haciendo los dirigentes de los hombres con sus semejantes? Los han reducido a una condición infrahumana; ¡y ahora no puede ya haber solidaridad alguna! ¡Es una pesadilla!
Eso era: el pasado. El presente estaba debajo. Sólo Dios sabe dónde está el futuro.
Sí, esto era el amor; este ridículo vaivén, y el reblandecimiento del pobre, insignificante y pequeño pene mojado.
-Las almas de Platón que viajan por el cielo en un carro tirado por dos caballos irían hoy en un Ford –dijo ella.
-O en un Rolls Royce: ¡Platón era aristócrata!
Un individuo puede emerger de la masa. Pero el hecho de que emerja no altera la masa. Esa es una de las verdades más trascendentales de la ciencia social. ¡Panem et circenses! Sólo que hoy la educación es uno de los malos sustitutivos del circo.
Un hombre es como un naufragio a la deriva.
Eso sólo significa que él es un fracaso físico en la tierra, y por ello quiere que el universo entero sea un fracaso físico también.
Creo que la vida del cuerpo, cuando está realmente despierto a la vida, es una realidad más grande que la vida de la mente.
-La vida del cuerpo –dijo- no es más que la vida de los animales.
-Y es mejor que la vida de los cadáveres profesionales.
Esta tarea turística de disfrutar es demasiado humillante: es un verdadero fracaso.
Eso les hace realmente hombres, no tan simios. ¡Sí! Es la ternura, en realidad; es como joder. El sexo, verdaderamente, es tacto, el tacto más íntimo de todos.
Y es del tacto de lo que tenemos miedo. Sólo somos semiconscientes, y sólo estamos semivivos.
Mientras funcione la radio, no habrá rincones remotos en la tierra.
Y ése es el único medio de resolver el problema industrial: educar a la gente para que pueda vivir, y vivir en la hermosura, sin necesidad de gastar. Pero uno no puede hacerlo. Todos tienen ahora una mentalidad limitada, y la masa del pueblo ni siquiera intenta pensar, porque no puede. Deberían estar vivos y llenos de fogosidad, y reconocer al gran dios Pan. Él es el único dios de las masas, eternamente.
(D. H. Lawrence)
-Me encuentro bastante a menudo en un estado que podría llamar de un “santo que va a morir”. Claro que esta comparación me abruma.
El hombre querría ser Dios. Desde cierto punto de vista lo es. Pero no tiene el poder de crear mundos. Por lo menos puede destruirlos.
Los jóvenes modernos, viejos ya, escuchan músicas violentas para consolarse de no ver ningún destino en las inmensas ciudades consagradas al comercio.
Los cuadros están en los museos. … Todo el mundo corre. A ningún sitio, no hay ningún objetivo.
Naturalmente, no se trata de degradar a un mariscal de Francia; ni siquiera hay necesidad de quitarle el mando. Es suficiente enterrarlo bajo los honores y olvidarlo.
Sin saber qué hacer, vuelve a la ventana y la abre. No se ve nada. En este castillo se aburre. Fuera, el mundo está vacío.
Porque la naturaleza del cielo y de la tierra es de tal manera que, aquel que un día, por milagro, ha comprendido, está salvado para siempre. Y en los sucesivo ve cómo vuelan los ángeles en los ojos del prójimo.
(Michel Bataille)
El animal acerca su oreja al hielo para advertir por dónde discurre el agua;… ¿Por qué no hay que suponer que el animal razona parecido a como nosotros razonaríamos en el caso de realizar el mismo trabajo?
El hombre admira y se fija más en las cosas extrañas que en las ordinarias.
La filosofía, en última instancia, pone a nuestra disposición, para que los imitemos, los ejemplos de un atleta o de un muletero, quienes de ordinario ni temen la muerte ni ningún tormento, y son capaces de mayor firmeza de la que la ciencia proveyó jamás a ningún hombre que por inclinación natural no estuviera naturalmente predispuesta a la naturaleza
(y llamo razón a nuestras visiones imaginarias)
Cada hombre y cada nación lo juzgan todo de acuerdo a su ignorancia.
Nuestra manera de hablar está llena de debilidades y defectos, como todo lo nuestro. La mayor parte de los desórdenes del mundo son puramente gramaticales.
De qué especie es mi vida, no lo he sabido hasta después de explotarla y disfrutarla. Nueva figura: ¡un filósofo impremeditado y fortuito!
La santa verdad ha inspirado al espíritu filosófico un entusiasmo puro, arrancándole, aun en contra suya, la declaración de que el estado tranquilo de nuestra alma, el más sosegado, el más sano que la filosofía le haga alcanzar, no es su mejor estado; nuestra vigilia está más dormida que nuestro sueño; nuestra prudencia es menos sabia que la locura; nuestros ensueños aventajan a nuestra razón, y el peor lugar donde podamos situarnos reside en nosotros mismos.
(Michel de Montaigne)
Desde mi patria acechada confío en los hombres
Es inminente el nacimiento del alba
Qué animales humanos más hermosos.
El mar dista unos 20 km
de esta casa.
Vietnam está aún más lejos
tal vez a la vuelta de la esquina.
(Juan Bañuelos)
No había escapatoria posible respecto de los propios recuerdos en aquel reducido espacio habitable.
La gente tímida resulta, a menudo, amargada, frustrada.
El sexo. Le parecía ahora tan lejano, tan extraño a ella, era una actividad en la que no podía creer haber participado anteriormente. En otro tiempo lo daba por supuesto, pensaba que el procedimiento, la situación, iban a durarle por siempre. En vez de ello, el sistema falló y todo murió, como su ingenua confianza de otrora. Ya percibía los picos y las palas con que estaban enterrando, a toda prisa, los signos de sensualidad de su vida. Pero el cuerpo recuerda. … El cuerpo, como el cerebro en sí, posee una memoria, y no es posible engañarlo por mucho tiempo, antes de que empiece a reclamar lo que le es debido.
El amor solamente podía ser explicado a través de los sentidos.
Gracias, gracias, gracias, siempre lo mismo. Somos todos tan condenadamente corteses.
Quizá Dios seguía vivo y esperándola en la Ciudad de México.
Era la más pura y deshonesta de las relaciones a la vez, exquisita en sus omisiones verbales. Eran unos amantes que conocían al centímetro el cuerpo de su pareja, pero nada, o muy poco, en lo relativo a la vida diaria y previsible del otro.
El lenguaje del erotismo es peculiar, muy propio del mismo acto, como sucede, por otra parte, con el lenguaje de toda actividad muy especializada, y carece de sentido, de significación, una vez terminada.
No había duda alguna, la verdad era para los tontos. Lo mejor, negarlo todo, y seguir negando.
Todo me recuerda siempre alguna cosa. Es pésimo, tener tan buena memoria sentimental.
(Joyce Elbert)
Publicaba tortuosos ensayos en diarios oscuros.
De cuando en cuando aprovechaba las relaciones de que me había hecho entre sociólogos y psicópatas para visitar en su compañía varias instituciones tales como orfanatos y reformatorios donde podían contemplarse pálidas jóvenes pubescentes, de pestañas espesas, con una impunidad perfecta, semejante a la que nos está asegurada en sueños.
Por mi parte, yo era tan candoroso como sólo un pervertido puede serlo.
Mi alma romántica se vuelve trémula y viscosa ante la sola idea de recurrir a alguna indecente inmundicia.
La pasión que sentía yo por esta nínfula –la primera nínfula en mi vida que por fin estaba al alcance de mis garras angustiadas, dolientes y tímidas- me habría llevado sin duda de regreso al sanatorio, de no haber comprendido el Diablo que debía proporcionarme cierto alivio si quería jugar conmigo durante más tiempo.
Pero no soy poeta. No soy más que un registrador muy consciente.
Pero por lo demás, su autobiografía estaba tan desprovista de interés como lo estaría su autopsia.
Somos caballeros tristes, suaves, con ojos de perro, con bastante dominio para sofrentar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula. Hay que destacarlo: no somos asesinos. Los poetas nunca matan.
Oh, permítaseme mostrarme empalagoso por una vez. Estoy tan cansado de ser cínico…
pues el aspecto del placer es siempre triste… el placer nunca está seguro –aunque la víctima aterciopelada esté encerrada en un calabozo- de que algún demonio rival o un dios influyente estorbe el triunfo preparado. En términos corrientes, necesitaba un trago…
el tierno, morbosamente sensible, infinitamente circunspecto héroe de mi libro…
Hojeando este libro de viajes destrozado.
Habíamos estado en todas partes. No habíamos visto nada en realidad.
Jugaba con un maldito perro que no era yo.
Zarparíamos hacia California, hacia la frontera mexicana, hacia bahías míticas, desiertos con pitas, espejismos… ¿Por qué suponía yo que seríamos felices en el extranjero? Un cambio de ambiente es la falacia tradicional sobre la cual descansan los amores –y los pulmones- condenados.
Mi corazón era un órgano histérico e imprevisible.
Pero lo esencial, lo más terrible de todo era esto: en el curso de nuestra singular y bestial cohabitación, Lolita había advertido con claridad cada vez mayor que aun la vida de la familia más mísera era preferible a esa parodia de incesto que, a la larga, fue lo único que pude ofrecer a la chiquilla.
(Vladimir Nabokov)
-Resulta una idea divertida, Charlie –dijo Dukes-, eso de que el sexo no es más que una forma de hablar en la que interpretas las palabras, en vez de pronunciarlas.
En cuanto al sexo, la última de las grandes palabras, no era más que un término de cóctel que se aplicaba a una excitación que te animaba un rato, y luego te dejaba más deprimida que antes.
El vapor de tanto aburrimiento, descontento e ira que emana toda la gente, mata la vitalidad del aire.
Es inútil liberarse de la propia soledad. Había que seguir viviendo. Sólo a veces, a veces, llegaba a llenarse ese vacío. ¡A veces! Pero había que esperar a que se presente la ocasión. Acepta tu propia soledad y consérvala toda tu vida. Y luego acepta los momentos en que se llena ese vacío, cuando lleguen. Pero tienen que llegar solos. Uno no los puede obligar.
¿Qué han estado haciendo los dirigentes de los hombres con sus semejantes? Los han reducido a una condición infrahumana; ¡y ahora no puede ya haber solidaridad alguna! ¡Es una pesadilla!
Eso era: el pasado. El presente estaba debajo. Sólo Dios sabe dónde está el futuro.
Sí, esto era el amor; este ridículo vaivén, y el reblandecimiento del pobre, insignificante y pequeño pene mojado.
-Las almas de Platón que viajan por el cielo en un carro tirado por dos caballos irían hoy en un Ford –dijo ella.
-O en un Rolls Royce: ¡Platón era aristócrata!
Un individuo puede emerger de la masa. Pero el hecho de que emerja no altera la masa. Esa es una de las verdades más trascendentales de la ciencia social. ¡Panem et circenses! Sólo que hoy la educación es uno de los malos sustitutivos del circo.
Un hombre es como un naufragio a la deriva.
Eso sólo significa que él es un fracaso físico en la tierra, y por ello quiere que el universo entero sea un fracaso físico también.
Creo que la vida del cuerpo, cuando está realmente despierto a la vida, es una realidad más grande que la vida de la mente.
-La vida del cuerpo –dijo- no es más que la vida de los animales.
-Y es mejor que la vida de los cadáveres profesionales.
Esta tarea turística de disfrutar es demasiado humillante: es un verdadero fracaso.
Eso les hace realmente hombres, no tan simios. ¡Sí! Es la ternura, en realidad; es como joder. El sexo, verdaderamente, es tacto, el tacto más íntimo de todos.
Y es del tacto de lo que tenemos miedo. Sólo somos semiconscientes, y sólo estamos semivivos.
Mientras funcione la radio, no habrá rincones remotos en la tierra.
Y ése es el único medio de resolver el problema industrial: educar a la gente para que pueda vivir, y vivir en la hermosura, sin necesidad de gastar. Pero uno no puede hacerlo. Todos tienen ahora una mentalidad limitada, y la masa del pueblo ni siquiera intenta pensar, porque no puede. Deberían estar vivos y llenos de fogosidad, y reconocer al gran dios Pan. Él es el único dios de las masas, eternamente.
(D. H. Lawrence)
-Me encuentro bastante a menudo en un estado que podría llamar de un “santo que va a morir”. Claro que esta comparación me abruma.
El hombre querría ser Dios. Desde cierto punto de vista lo es. Pero no tiene el poder de crear mundos. Por lo menos puede destruirlos.
Los jóvenes modernos, viejos ya, escuchan músicas violentas para consolarse de no ver ningún destino en las inmensas ciudades consagradas al comercio.
Los cuadros están en los museos. … Todo el mundo corre. A ningún sitio, no hay ningún objetivo.
Naturalmente, no se trata de degradar a un mariscal de Francia; ni siquiera hay necesidad de quitarle el mando. Es suficiente enterrarlo bajo los honores y olvidarlo.
Sin saber qué hacer, vuelve a la ventana y la abre. No se ve nada. En este castillo se aburre. Fuera, el mundo está vacío.
Porque la naturaleza del cielo y de la tierra es de tal manera que, aquel que un día, por milagro, ha comprendido, está salvado para siempre. Y en los sucesivo ve cómo vuelan los ángeles en los ojos del prójimo.
(Michel Bataille)
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